Todo lo que ocurre en el cuerpo de una mujer está íntimamente ligado a las hormonas. Y el parto no es la excepción. La oxitocina es una de las hormonas protagonistas de la maternidad, su presencia es vital durante los orgasmos, el embarazo, el parto, la lactancia y durante todas las etapas de la crianza.
La oxitocina, también llamada “hormona del amor“, es segregada por la hipófisis. Es la responsable química del sentimiento de protección y responsabilidad que te inunda el pecho cada vez que lo miras.
Pero también entran en juego muchas otras hormonas que en conjunto hacen de tu cuerpo la perfección absoluta.
Si la oxitocina es la hormona del amor, la adrenalina es la encargada de mantenernos alerta. Es la hormona del ataque y de la defensa, que se activa cuando intuyes que hay peligro.
La adrenalina en la mujer tiene unas funciones distintas, pues aunque favorece en ella el desarrollo de un sentimiento instintivo de proteger al bebé y la ayuda a estar alerta durante el proceso del parto, cuando sus niveles suben por encima de lo normal inhiben la secreción de oxitocina. Esto hace que el parto sea más lento, y también disminuye el flujo sanguíneo al útero, lo cual afecta directamente al bebé.
El hecho de que los niveles de adrenalina suban en gran medida durante el parto tiene relación con el instinto puro y es cuando el cuerpo de manera irracional detiene el parto para poder proteger al bebé. Justo por eso es tan importante cuidar el ambiente en el que transcurre el parto, pues un ambiente tranquilo favorecerá que ese proceso tan delicado se desarrolle con facilidad, así como el hecho de estar acompañada por personas que te transmitan esa confianza para poder evadirte y dejar hacer a tu cuerpo, escuchándote, sintiéndote y llevando el proceso.
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